De repente, uno de todos esos patos que lo rodeaban se subió a su hombro. "Quita, no tengo tiempo para juegos". Pero el pato continuó quieto y lo miró a los ojos, entonces le pellizcó un labio. "Gael, ¿eres tu?" A pesar de no haber recibido respuesta alguna, supo que era él. "¿Por qué siempre te encuentras en el sitio menos indicado? Ayúdame a buscar a mi hermano".
Había más personas en la colina. Gente a la que no había afectado el hechizo pero con una expresión perdida. Unas horas antes, los patos habían sido sus maridos o sus mujeres, sus hijos y sus hijas, amigos, parejas, hermanos y abuelos. Siguió buscando hasta bien entrada la tarde y encontró a su hermano pequeño anadeando entre unas rocas. Él lo reconoció enseguida y se acercó con los ojos humedecidos por las lágrimas. "Venga, vamos, la abuela lo arreglará".
Bajaron la colina y se encontraron con un parque atravesado por un camino a cuyos lados se levantaban árboles frondosos que cobijaban a los posibles paseantes. Después de unos quince minutos bajo los árboles el camino se desdoblaba a la izquierda, hacia un cenador donde esperaba sentada una anciana calcetando. "Abuela, aquí están. ¿Estás segura que no han nacido para ser patos? Ya es la tercera vez en este año que los transforman". Pero no obtuvo respuesta alguna, la anciana ni siquiera lo miraba. Buscó aquello que captaba la atención de su abuela y la vio. Una vieja demacrada con un vestido harapiento y roto. Podría haber sido la abuela de la anciana en el cenador. Hablaba con un señor de unos 40 años que solo tenía ojos para la mujer y el niño a la espalda de la anciana. También parecían estar secos por dentro, con ropas demacradas por el tiempo.
"Vamos abuela, no podemos hacer nada. Tiene que superar la prueba por sí mismo. Además tienes que ayudarme con estos dos." Recogió sus labores sin apartar la vista del variopinto grupo junto a la rosaleda. Se levantó y se agarró al brazo de su nieto al mismo tiempo que el hombre corría hacia la mujer y el niño, que ahora parecían llenos de vida. La familia reunida caminaba por el parque seguidos de cerca por la vieja. Entonces la abuela miró a su nieto y a sus extraños acompañantes y dijo: "Parece que la Viuda volverá a ganarse unos años más a costa de esa pobre alma. Eloy, los que se han ido no pueden regresar, no llores por mi cuando ya no esté". "Aún queda mucho para eso, abuela".
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Yo tuve unos patos de pequeña... A ver si no eran patos en realidad! Q frustrante ser una persona en el cuerpo de un pato!
ResponderEliminartienes que escribir más amenudo porque eres un crack! me encanta!!! me ha encantado!!! :)
ResponderEliminarcon moraleja incluída!!
un abrazo fuerte!